La sociedad de los eternos niños

La sociedad de los eternos niños

Es difícil poder crecer en un país con tanto apego hacia los padres. Incluso resulta incómodo hablar del tema. Hace un par de años escribí un artículo que se titula Eternos adolescentes. Hubo comentarios de todo tipo. Justificaciones a su realidad. Pero es un tema recurrente, del que es importante hablar, porque muchas veces los hijos terminan haciéndose cargo de los padres cuando no lo necesitan, a veces formas muy fáciles de reconocer y otras muy bien encubiertas, sin ver todos los efectos que se producen. Ejemplos sobran.

Personas que se casan o deciden vivir juntos y su primera y única opción es vivir con los padres. El pretexto: el dinero. Personas que aunque vivan en su espacio, diario o cada semana, su única meta es la reunión familiar a la que es pecado faltar. Personas que tienen hijos para que sean los abuelos los que terminen cuidándolos, principalmente las abuelas, que aunque se quejan, se sienten comprometidas a seguir criando, porque el rol de madre, tan impuesto, sigue pareciendo obligatorio para las mujeres, como emblema de una realización total. Como si sus sueños, sus ideales, sus carreras o sus decisiones no fueran suficientes. Como si no hubiera más vida además de la maternidad y la crianza en un mundo sobrepoblado.

Activistas por la libertad que entrados e instalados en una tardía adultez, sigue viviendo con sus padres y hasta pidiendo permisos. Hijos que cuando la pareja de sus padres se rompe, terminan por ocupar ese lugar, cuidando a su padre o a su madre, sacrificando sus sueños, sus vidas, o dividiéndose entre las parejas y los trabajos, para no ser malos hijos, por creer que los padres solos no pueden. Como si la libertad y la independencia no se tuvieran que construir y ganar.

Hombres que salen huyendo de sus responsabilidades con los hijos porque jamás pudieron ser adultos fuera de la casa materna. Ahí tuvieron que crecer demasiado rápido para guiar a los hermanos, o quedarse demasiado pequeños como para que la madre o el padres, les justifique todo y siempre asuman por ellos las responsabilidad que le tocan.

Cuando los padres han perdido demasiado: hermanos, su país o su idioma, los hijos se quedan a compensar. Como si eso se pudiera. En lugar de permitir el dolor de los padres y la forma en que puedan encauzarlos, o brindar ayudas reales, no sólo cuidados que terminan por discapacitar. Se olvidan que somos los hijos, los que recordamos que la vida puede continuar, prosperar o cambiar. Hacerla crecer, ayuda, creando nuevos caminos. Atrofiarla, es matar la esperanza.

Los padres a través del miedo también cooperan con el problema. Madres que viven en la paranoia del “no te vaya a pasar algo: si sales, si viajas, si te enamoras, si crees en algo diferente”, jurando que esto es normal por querer proteger a los hijos, sin ver que ya no son niños, sino adultos que esperan poder decidir. Pero claro, como se quedan eternamente niños, pareciera que jamás saben lo que les conviene.

Tarde o temprano llegan las quejas. Sobre el dinero que no alcanza, las parejas que siempre son inconvenientes, conformistas o hirientes. Si la prioridad son los padres, la pareja tiende a romperse y ser caótica siempre. El miedo a defraudar a otros. El sacrificarse por los demás. El que un solo hermano cuida a los padres y los demás que hacen su vida se les tacha de egoístas. Las cadenas y cadenas de hijos que no pueden irse, porque si los hijos cuidan a los padres, se viven un tanto huérfanos. Pero cuestionar esto es incómodo, agresivo o innecesario, porque muestra una realidad que se percibe, pero que no que se quiere pensar, ni caer en demasiada cuenta para no ver la vida que se está yendo.

Y entonces la vida se vuelve una búsqueda de pequeños sueños, rutinas y ciclos. Pareja, trabajo, hijos, muerte. Se pone el tema de la pareja como única realización. O se opta por la soledad, aún sin quererla, como único remedio o conformismo ante las largas historias de corazones rotos, donde el pasado lo justifica todo: “mi madre no hizo”, “yo vi que mis padres peleaban demasiado”, “no puedo confiar en los hombres porque mi papá se fue”. Como si no se tuviera edad suficiente para dejar los reclamos, hacerse cargo de las heridas, ir a terapia y trabajarlas a fondo, para ser libres y continuar, para dejar la queja, para dejar la angustia, para saber ser dueños de uno mismo.

Muchas veces, económicamente no se crece porque si se hace, se acabarían los pretextos e inevitablemente te tendrías que ir. O, en muchos casos, se busca ese crecimiento y solvencia, sólo para mejorar la vida de la familia y compartir todo lo que se genera, y quedarse a ser el proveedor.

Y no, no estoy hablando de padres enfermos o discapacitados. Son otra historia. Si lo vemos bien, son los casos menores, aunque la discapacidad empiece siempre con algo mental: creer que el otro no puede e inevitablemente necesita ayuda. Así el que ayuda se siente importante y útil y el que se deja ayudar o reciba la ayuda, se siente impotente y cada vez confirma que no puede y debe ser ayudado. Creando un circulo complementario que atrofia, donde los cambios y lo imprevisto, son los peores enemigos.

A gran escala, esto crea países sin responsabilidad. Que teorizan demasiado pero cuesta llevar a la práctica. Que tienden fácilmente a la victimización. Países y sociedades enteras con seres irresponsables, que necesitan siempre quien los guíe, quién les diga a dónde ir, cómo hacerlo. Que esperan que los políticos lo hagan todo, sin mover un dedo. Un país de niños en cuerpos adultos. Niños buscando amor, familia e hijos. Niños que aún no saben cómo vivir, más que pegados a sus familias.

Sí, los padres dan todo lo que pueden, la vida, educación, cuidados, guías, manutención, abrazos, adioses. Sí, cada historia tiene sus matices. Sí, hay casos reales donde la enfermedad, la edad o algún otro factor de peso puede ser determinante. Sí, la vida sólo corre hacia adelante, nunca hacia el pasado, porque ahí se detiene o se atrofia. Sí, esto se olvida demasiado rápido.

Eso no significa dejar de lado a los padres y no volver a saber de ellos. No. Pero se olvida que los padres son adultos, que a su forma llegaron hasta este momento, que ellos fueron los que transmitieron la vida y se hicieron cargo. Eso con nada se paga y no se puede devolver, quizá sólo teniendo, como hijos, una buena vida. Si eso no los hace grandes, menos lo hará que un hijo los cuide eternamente. Al contrario, se convierte en una cadena donde se cuida, se reclama, y nunca se puede crecer.

Un tema fundamental que hay que trabajar a fondo y aprender a manejar.

Luis Miguel Tapia Bernal

Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".

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Comentarios (4)

  • Josías Emmanuel Cortés

    Los medios nos muestran la nostalgia ahora la gente se vuelve nostálgica no en su madurez o en su vejez – sino a edades más tempranas que nunca en la Historia. Eso explica el éxito que entre hombres y mujeres adultos tienen películas de dibujos Animados como los Minions, Toy Story o las películas de Superhéroes, Videojuegos, Cómics los juegos de Cartas como Yugioh, etc etc.

    Los jóvenes adultos que no quieren crecer son un impresionante target que ahora llaman kidult.

    Las responsabilidades, cuanto más tarde, mejor: como Peter Pan, libre como el viento. Una sociedad que crea niños eternos mentalmente. Tal vez sea porque así sin fuerza, personalidad y estructura sean más fáciles de moldear, llevar y traer y manipular.

    Interesante sin duda éste tema de los niños eternos y a la vez adultos tardíos.

  • Iris Aguilar Vázquez

    Un tema escabroso sin duda, mi quehacer cotidiano es con adolescentes que viven una niñez tardía, perpetrada, alimentada por padres y madres jóvenes que cargan un costal de culpas por no estar, por no hacerse cargo. Cómo lo dije antes, un tema muy complejo.
    Un abrazo Miguel

  • Raquel Ch.Muzzolon

    Enfoque muy profundo a un tema muy actual.No sabemos soltar a los hijos.Asi generamos eternos niños sin responsabilidades propias.Exactamente asi ,reproches permanentes a los padres que no nos «encargamos»de sus hijos,que queremos hacer la «nuestra»acusandonos de egoistas porque ya ,jubilados deseamos viajar hacer cursos y talleres que nos enriquezcan.Un sin fin de prejuicios que tenemos que abordar

  • CARLOS

    Si quieres que tu hijo sea un maleante ,dale todo en bandeja de plata ,solo por caprichos y sin pedir responsabilidad ni respeto a cambio

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