Pausar para Avanzar: Cómo Cerrar el Año sin Autoexigencia

Pausar para Avanzar: Cómo Cerrar el Año sin Autoexigencia

El cierre de año es un buen momento para hacer un balance de lo vivido. Haciendo evidente la importancia de cerrar ciclos. Recordando que incluso saber cerrar, es fundamental para poder iniciar lo que viene. Cuando nos vamos del cierre sin procesarlo, estamos perdiendo no sólo aprendizajes sino también la posibilidad de poder asimilar que algo terminó y dejarlo atrás, sin cargarlo con los “hubiera”, las expectativas, desilusiones o emociones no procesadas. Porque los duelos que no se viven, siempre se cargan y tarde o temprano resultan.

En una sociedad donde hay tanta exigencia por continuar, vivir experiencias seriales para compartir en redes y sentirse vistos, llena de comparaciones y con un temor al descanso, olvidamos que los procesos profundos de la vida requieren tiempo, calma, y, de manera fundamental, tener pausas, porque son las que nos ayudan a poner en perspectiva las cosas, nos permiten renovarnos, tomar fuerzas, estar más creativos y poder repararnos.

Es muy común ver en consulta que, ante cada final, aún con la tristeza a flor de piel, el miedo invadiéndolo todo, con el coraje atorado, se busca salir corriendo, se evita sentir y se quiere crear el siguiente paso, el siguiente proyecto, la siguiente relación. Como resultado, hay miedo a que se repitan esas situaciones que no resultaron, se duda de cada paso, se generan creencias o patrones de pensamiento limitantes, puede haber estallido de emociones que sean más difíciles de encauzar y se entra en un pesimismo o ceguera emocional, que impide reconocer otras herramientas personales o campos de vida que sostienen o que también requieren de trabajo.  Es decir, se impide hacer un balance entre aquello que requiere atención y cambios, y lo que sí funcionó y podemos reconocer como herramientas.

Lo mismo ocurre al final del año, a veces en medio de la comparación y la autoexigencia, se trata de hacer una revisión que no siempre es justa, porque la vida no es sólo números y momentos cuantificables, sino que hay muchos matices, y a veces el simple hecho de pararse de la cama en un día difícil, atreverse a sentir y romper por fin en llanto para liberar la presión, o poner algún límite a una persona o situación desfavorable, son grandes logros que construyen cambios, porque lo importante no es cuántos pasos diste o de qué tamaño, sino que comenzaste el camino.

La vida nunca se detiene por completo. La vida está ocurriendo en cada instante. E incluso en la inactividad está ocurriendo algo, ya sea la necesidad de parar, de dejarse caer, de pedir ayuda, de reconfigurar los pasos. Observar la situación sin juzgar, permite por lo menos tener los elementos claros que componen el problema o la solución. A veces lo que más atora son esos juicios que sólo suman sufrimiento a la situación: “yo debería haber hecho eso”, “siempre hago lo mismo”, “no me reconozco”. Etiquetas que no te definen, pero que al estar en primer lugar, obstaculizan la visión y la acción.

Este fin de año, en el balance que hagamos, busquemos ser equitativos en nuestra forma de ver las cosas, evitemos la comparación que siempre es injusta. Y centrémonos en nuestro camino, nuestros pasos para reconocer lo que sí logramos y lo que falta, sea el motor para comenzar paso a paso lo que sí podemos lograr. El caracol, incluso con su tamaño y su calma, construye un camino que siempre deja huella.

Luis Miguel Tapia Bernal

Sociólogo, terapeuta y maestro de yoga

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