La degeneración generacional

La degeneración generacional

Siempre he pensado el porqué del comportamiento de los ancianos, aquella generación nacida en torno al primer tercio del siglo XX. Suelen ser personas cercanas que mientras tengan relativa salud y compañía se considerarán felices.

He observado que el concepto de felicidad que tienen ellos es completamente distinto al nuestro. Hasta los años 60 las personas únicamente compraban productos que satisfacían necesidades básicas y herramientas que, aunque no fuesen vistosas, estaban creadas para durar. Los objetos que satisficieran otro tipo de necesidades estaban pensados únicamente para el mercado del lujo.

Yo, nieto de personas que sufrieron la Guerra Civil Española en una de las peores zonas, Extremadura, he escuchado todo tipo de historias: Hambre, muerte, enfermedades, orfandad… Si una persona ha tenido -no que vivir- sino sobrevivir en estas condiciones, ¿cómo es posible que estas personas te tiendan la mano hasta para los problemas más tontos y que no busquen nada a cambio?

Bien parece ser que durante los años 60 se produjo un cambio importante en las normas no escritas del mercado occidental. Ahora la sociedad pasaría a ser del ego. Se puso mucho dinero en campañas que hiciesen sentirse a las personas dentro de determinados grupos, cada vez más minúsculos y concretos. Ahora los productos pensados para el hombre de a pie no solo  ayudarían con las necesidades básicas, sino que también satisfarían deseos a corto plazo.

Si hacemos una comparativa entre estas dos generaciones vemos grandes diferencias en el concepto de identidad de grupo y de necesidades. Mientras que a nuestros abuelos les enseñaron a guardar el dolor y usarlo para seguir adelante y ayudar a aquellos en necesidad, nosotros sobre-expresamos los problemas sin tomar acciones y pensamos en nosotros mismos. Los ancianos piensan siempre en el largo plazo, mientras que nosotros no solemos ni siquiera pensar dónde estaremos el año que viene. Esto se ha llevado un paso más allá con la llegada de la generación digital, con la aparición de pensamientos y productos que solo invitan al “yo único” y “mejor persona del mundo” (lo que en términos freudianos sería una sociedad del super-ego o aquella en la que los individuos creen ser moralmente impecables). No obstante, a efectos prácticos, nos encontramos con una generación aún más acostumbrada a las comodidades, y que, pese a ello, son menos propensos a responsabilizarse.

No estoy afirmando que las generaciones hayan ido empeorando, si bien se han ido adaptando a las circunstancias que les han tocado. Lo que afirmo es que nosotros, en el caso de que queramos mejorar, debemos aprender de todo aquello que personas con más experiencia puedan aportar. Debemos hallar las preguntas adecuadas para saber por qué las personas que les han tocado momentos más difíciles a los nuestros han conseguido disfrutar de su vida y mantenerse felices. Si trabajamos en todos esos detalles familiares que han conformado nuestra identidad, podremos tener una mejor idea de cómo y por qué actuamos como actuamos y sabremos qué actitudes debemos dejar atrás y sobre cuáles constituirnos como alguien feliz. Jamás debemos abandonarnos sintiendo que no tenemos lugar en este mundo, pues lo que somos se lo debemos a aquellas personas que vinieron antes.

Luis Miguel Tapia Bernal

Terapeuta en Constelaciones Familiares. Máster en Terapia Breve Estratégica. Autor de "Las intermitencias del amor".

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